"Fetrapes" fiscalía nacional económica no resuelve colusión en licitaciones pesquera, efecto ley longueira

Del mea culpa a las lecciones por aprender

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"Revista Que pasa"


La actual crisis de la industria del salmón nos sirve para sacar en limpio varias lecciones que ayudarán al futuro desarrollo del sector. Lo importante que es el que todos -el gobierno, los trabajadores y las empresas- estemos dispuestos primero a aprender de los errores y, después, a tomar en conjunto los desafíos.
Por Sergio Martínez



El atentado terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York cambió drásticamente la estrategia de negocios que, hasta ese momento, las salmoneras chilenas habían delineado. Tras una década dorada de crecimiento, los empresarios reconocían que la X Región, zona que concentraba a este pujante sector de la economía nacional, estaba a plena capacidad. Ya casi no quedaban sitios para seguir cultivando y procesando más salmones por lo que muchos habían comenzado a mirar hacia la XI Región.
Sin embargo, la posibilidad de ampliar los cultivos a esa apartada zona del país quedó sólo en el papel y en las buenas intenciones tras el atentado del 11 de septiembre del 2001. Estados Unidos, que en ese tiempo era el principal comprador de salmón chileno, entró en pánico y dejó en suspenso la inversión por varios millones de dólares que tendría lugar al otro extremo del mundo.
Dado ese escenario, lo más rentable para los salmoneros de la X Región fue aumentar la densidad de los cultivos, agrandar las balsas-jaulas y profundizar las redes donde este pescado crece: en menos de una década, se pasó de 12 kilos por metro cúbico a 24, las balsas crecieron de 20 x 20 (metros) hasta algunas de 40 x 40 y la profundidad de las mismas pasó de 10 a 25 metros.
Para tranquilidad de los chilenos, la decisión fue acertada: pocos días después de ese 11 de septiembre, las exportaciones comenzaron a bajar bruscamente. Para entonces, la industria salmonera ya había entregado múltiples beneficios a Puerto Montt y sus alrededores. Entre 1990 y 2000, el retorno por exportaciones pasó de US$ 159 millones a US$ 973 millones (hoy ya superan los US$ 2.000 millones). El 40% del PIB regional es aportado por la acuicultura, que además genera un 11% del empleo. Los cambios en Puerto Montt y Chiloé están hoy a la vista.
Lamentablemente, este crecimiento se produjo a costa de una gran presión en la producción de "smolts" (salmones
preparados desde agua dulce para ingresar al mar). Y para aumentar la producción de smolts, hay que aumentar las densidades de carga en las pisciculturas, con un riesgo inevitable: el pescado que se produce es de menor calidad y puede enfermar fácilmente cuando ingresa al mar.
Esa pesadilla terminó por cumplirse. Aumentaron las enfermedades en los salmones de toda la X Región. Y luego aparecieron nuevos virus y parásitos que complicaron más el panorama. Hasta hace un par de años, los veterinarios y el personal de producción habían logrado detener estos males con los medicamentos disponibles. Pero el constante uso de los mismos, aumentó la resistencia de bacterias y parásitos. Es así como el Cáligus, principal parásito de los salmones y que ha estado presente en Chile desde los inicios de la industria, se ha convertido hoy en uno de los principales problemas sanitarios. Básicamente, produce daños en la piel de los salmones, lo que los deja muy expuestos frente a otras enfermedades.Ahora, debido a condiciones climáticas, del mar y a otras circunstancias productivas, el virus ISA (Anemia Infecciosa del Salmón) ha atacado con mayor fuerza. Esta enfermedad apareció por primera vez en Noruega, en los años 80, y casi hizo desaparecer la industria de ese país. Las medidas que se tomaron fueron tan drásticas -como deshacerse de una buena parte de la producción-, que al sector le tomó un par de años recuperar su vigor.
Con el ISA ya "instalado" en Chile -hay quienes dicen que se trata de una cepa chilena; otros, que llegó de Noruega-, tanto las autoridades locales como los productores se han preocupado de adoptar medidas para enfrentar el problema con rapidez y en forma conjunta. La idea es evitar casos como el de Marine Harvest, una de las compañías más afectadas y que ya anunció el despido de 1.200 trabajadores.
Pero lo cierto es que tomará varios años encontrar un medicamento más eficiente contra estas enfermedades. Por ahora, y según los datos que se manejan en el mercado, la industria chilena del salmón registra pérdidas directas que llegan a los US$ 600 millones anuales. Esto, debido principalmente a las altas mortalidades y a los mayores costos de producción.
Lo peor de todo es que los chilenos no aprendemos de los errores ajenos. Tanto en Noruega como en Escocia, el traslado de salmones de una zona a otra produjo altas mortalidades. Debido a ello, las enfermedades se diseminaron fácilmente por todas las regiones de cultivo en mar. Pero los chilenos poco se preocuparon de ello y de generar un cordón de protección sanitaria. Lamentablemente, tuvimos que experimentar para comprobar que eso nos podía también pasar a nosotros.
Mirando a la XI Región
El volumen de producción actual (400.000 toneladas netas anuales) de salmón chileno debiera obligar a las empresas a realizar cambios. Es urgente elevar el nivel técnico del personal. Con estas altas producciones, ya no se puede alimentar a mano en los centros de mar como sigue ocurriendo en algunas empresas. Tampoco es posible cosechar y procesar también a mano. En todo el mundo esto se soluciona con maquinarias y equipos, los cuales son controlados por personas que tienen una calificación técnica mayor a la que posee, en general, el personal de la X Región.
En el futuro, la producción de salmones en la X Región se mantendrá, aunque con un crecimiento mínimo. Puerto Montt y Chiloé han llegado a su límite. El crecimiento futuro de esta industria se producirá más bien en la XI y XII regiones. Con costos más altos, eso sí: hay que trasladar el personal, el alimento, los smolts, etc. Incluso, hoy los salmones deben volver a la X Región para ser procesados y despachados.
Este camino, sin embargo, debiera ser distinto. Idealmente, todo el proceso tendría que realizarse en una misma zona para evitar el traspaso de problemas sanitarios. Es un tema complejo, pues hoy las fábricas de alimentos, pisciculturas de smolts, centros de operaciones y plantas de procesamiento están en la X Región o incluso más al norte. No obstante, los empresarios tendrán que aprender las lecciones de estos últimos años.
Más que puertos y ciudades en la XI Región, lo que se requiere es mejorar los medios de transporte y comunicación de la zona. Hay que volver a pensar la región desde el punto de vista marítimo: los canales del sur pueden convertirse en el medio de transporte principal de la salmonicultura, dejando a la vía aérea como el medio secundario. Por tanto, las autoridades debieran dirigir su atención a mejorar la seguridad y acortar los tiempos de viaje (marítimos y aéreos) en la zona; a construir más pistas de aterrizaje en las islas de la región; a dar incentivos que mejoren los medios de transporte de personas y materiales; a aumentar el bienestar y la salud de quienes trabajan en lugares alejados; a facilitar el intercambio de voz (para que los trabajadores hablen con sus familiares) y de datos (para las empresas); a promover el e-learning mientras el personal está trabajando, etc.
Los trabajadores, en tanto, deben prepararse para cambiar su lugar de trabajo. Ahora estarán más lejos, pero serán mejor remunerados (sólo lo lograrán con capacitación). En las plantas de proceso el trabajo será diferente, más especializado, con menos rutina porque habrá que generar multiplicidad de productos en corto tiempo. Y también habrá más maquinarias y equipos que requerirán trabajadores con conocimientos técnicos de computación, electromecánicos, hidráulicos.
Por último, las empresas productoras tendrán que cuidar mucho más el entorno, invirtiendo en el conocimiento del medio ambiente marino, oceanográfico y climático. Además, deberán mejorar los beneficios de su personal; aprender a manipular los desechos con tecnología de punta; invertir en la capacitación de su gente para promoverlos a niveles técnicos; y mejorar la logística de distribución de materiales, productos y personal con la incorporación de software y de profesionales especializados.
Las regiones australes de Chile son las mejores del mundo para la acuicultura de productos marinos. Chile está dentro de los diez primeros productores acuícolas del planeta, tanto en cantidad como en calidad, y nuestro potencial es grande para continuar creciendo. El gobierno, los trabajadores y las empresas deben proteger en conjunto el entorno marino que ha puesto el nombre de Chile en el mundo.

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