El 27 de febrero nuestra región comenzó a vivir una catástrofe de grandes proporciones, que se inició con un terremoto grado 8,8 consignado como el quinto más intenso de la historia contemporánea; y que a su vez provocó un devastador tsunami. Dichos eventos dieron paso a la inseguridad, fuimos testigos de ciudades que fueron saqueadas y lideradas por el miedo. Han sido días difíciles para los habitantes de nuestra zona y especialmente para algunas comunas como Talcahuano. La situación se vuelve más compleja al incorporar la sensación de inestabilidad laboral que acecha a nuestra golpeada economía y de eso son testigos los porteños o choreros.
A los movimientos telúricos sumamos unos más silenciosos, pero no menos devastadores: los que golpean al empleo y por ende al bolsillo de los hogares. Esperamos que las réplicas en el mundo laboral no se transformen en un sismo de intensidad mayor, con implicancias mayores. Según el Ministerio del Trabajo un 41% de las personas que han sido desvinculadas de sus fuentes laborales aduciendo al artículo 159 N°6 del Código del Trabajo pertenecen a la Región del Bío-Bío. En este escenario, la puesta en marcha del aparato productivo aparece como una tarea estratégica para combatir los estragos de la tragedia.
La reconstrucción laboral tiene un doble funcionamiento: la economía y la protección del empleo. Aquellas grandes, medianas y pequeñas empresas que han expresado una voluntad decidida de la reconstrucción de su negocio, dan muestra de un profundo compromiso con la comunidad, que es en definitiva lo que subyace a los principios globales de Responsabilidad Social (RSE). Es en estas circunstancias donde veremos qué tan profundo han calado dichos principios en la empresa.
Aquellas empresas cuyos trabajadores y directivos se levantan cada día con el propósito de ponerse nuevamente en pie, a pesar de la tragedia, son el mejor ejemplo que nunca tendremos de responsabilidad social; ya que esta catástrofe que dañó severamente la cadena productiva, amenaza fuertemente el derecho al trabajo. De la voluntad de sobreponerse de la empresa regional dependerá el futuro de la región. Asegurar los puestos de trabajo hoy será un invaluable ejemplo de RSE que dejaremos como legado a nuestros hijos.
*Académica
Universidad Andrés Bello
A los movimientos telúricos sumamos unos más silenciosos, pero no menos devastadores: los que golpean al empleo y por ende al bolsillo de los hogares. Esperamos que las réplicas en el mundo laboral no se transformen en un sismo de intensidad mayor, con implicancias mayores. Según el Ministerio del Trabajo un 41% de las personas que han sido desvinculadas de sus fuentes laborales aduciendo al artículo 159 N°6 del Código del Trabajo pertenecen a la Región del Bío-Bío. En este escenario, la puesta en marcha del aparato productivo aparece como una tarea estratégica para combatir los estragos de la tragedia.
La reconstrucción laboral tiene un doble funcionamiento: la economía y la protección del empleo. Aquellas grandes, medianas y pequeñas empresas que han expresado una voluntad decidida de la reconstrucción de su negocio, dan muestra de un profundo compromiso con la comunidad, que es en definitiva lo que subyace a los principios globales de Responsabilidad Social (RSE). Es en estas circunstancias donde veremos qué tan profundo han calado dichos principios en la empresa.
Aquellas empresas cuyos trabajadores y directivos se levantan cada día con el propósito de ponerse nuevamente en pie, a pesar de la tragedia, son el mejor ejemplo que nunca tendremos de responsabilidad social; ya que esta catástrofe que dañó severamente la cadena productiva, amenaza fuertemente el derecho al trabajo. De la voluntad de sobreponerse de la empresa regional dependerá el futuro de la región. Asegurar los puestos de trabajo hoy será un invaluable ejemplo de RSE que dejaremos como legado a nuestros hijos.
*Académica
Universidad Andrés Bello