La llamada telefónica pidiéndole que done dinero a alguna organización de caridad es una conversación incómoda en el mejor de los casos. Pero, ¿y si la persona al otro lado es el tercer hombre más rico del mundo?Parece que Warren Buffett, quien ha estado llamando a otros multimillonarios para pedirles que donen al menos la mitad de su fortuna a caridad, también reconoce las respuestas evasivas. “A veces simplemente quieren cortar”, comentó la semana pasada. “Algunos tienen ideas dinásticas acerca de la riqueza porque ellos mismos habían heredado su riqueza. Y otros dijeron que iban saliendo a tomar un avión”.Pero como buenos captadores, Buffett, quien ya se comprometió a regalar 99% de su fortuna de US$ 47.000 millones, y sus socios en “Giving Pledge”, Bill y Melinda Gates, planean seguir preguntando, recorriendo la lista Forbes 400 de millonarios.Nunca antes hubo un esfuerzo así de un grupo de los más ricos del mundo para enlistar a sus pares en filantropía. Y en el proceso, Buffett y los Gates intentan exportar su modelo de “filantrocapitalismo” o “capital de riesgo” al mundo.Gates había estimado que sólo 15% de los súper ricos regalan grandes porciones de sus fortunas, pero piensa que eso podría subir a 70%. Tras dos meses de llamadas, unos 40 multimillonarios han firmado el compromiso, incluyendo a George Lucas, Barry Diller, Michael Bloomberg, Larry Ellison, Pierre Omidyar y Jeffrey Skoll. El compromiso no es vinculante, sino una obligación moral de donar más del 50% de su riqueza. No implica juntar el dinero o apoyar una sola causa u organización. Las causas caritativas apoyadas por estos primeros signatarios van desde programas de VIH y artes hasta investigación neurológica y paz en Medio Oriente.Pero el filantrocapitalismo ha sido atacado por críticos que dicen que los ricos simplemente están comprando control y poder. El columnista de Financial Times Christopher Caldwell ha advertido de sus “efectos disruptivos en la democracia” y una editorial en The Lancet de mayo de 2009 expresaba “ansiedad acerca de la transparencia en la operación de la Fundación (Gates)” y cuestionaba su “administración caprichosa”.Donar miles de millones no es simple. Muchas organizaciones son incapaces de absorber grandes sumas de dinero y los activos de algunos millonarios no son líquidos.Sin embargo, para los partidarios del filantrocapitalismo, es la influencia y las redes además de los fondos que los millonarios tienen a su alcance lo que hace tan importante su compromiso. Sus contactos pueden ayudar a resolver problemas complejos.El momento elegido es significativo, ya que los mundos empresarial y financiero intentan redimir sus reputaciones. Y en el clima actual de recortes presupuestarios, los gobiernos endeudados darán la bienvenida a filántropos acaudalados que compartan la creencia de Gates y Buffett en cofinanciamiento y apalancamiento, una convicción en que, según Buffett, “la filantropía privada puede hacer más efectivo el gasto posterior de dineros públicos”.El uso del dinero de los filántropos como capital de riesgo para ayudar a los gobiernos a gastar mejor su dinero es un tema emergente, dice Michael Green, co-autor de Philanthrocapitalism: How The Rich Can Save The World. “Lo más revelador que dijo Gates cuando lo entrevistamos para el libro es que la Fundación Gates es ‘sólo una pequeña organización’. El sabe que no puede abordar solo los problemas que quiere. Quiere apalancar el dinero del gobierno, y aquí en el Reino Unido hay espacio en esta idea de ‘gran sociedad’ para que ese tipo de alianza funcione”.