Trabajar en el mar es siempre un riesgo. Este año, el maremoto puso a prueba el temple de los trabajadores industriales. Todos merecen un premio, pero, en el mes del mar, la Sociedad Nacional de Pesca (Sonapesca) destacó cinco ejemplos que sobresalen por su coraje, fortaleza, solidaridad y sentido del deber.
Carlos Julio Vidal Riffo nació el 15 de julio de 1964. Está casado hace 23 años con Magali Vásquez Carrasco, con quien tiene tres hijos. Hace siete años que trabaja en Pesquera Itata, cinco de los cuales se ha desempeñado como Huachimán, destacando siempre por su gran esfuerzo y compromiso.
El terremoto del 27 de febrero lo encontró de turno en el PAM Don Edmundo. Desconociendo él y sus compañeros la situación en sus hogares, y conscientes de la probabilidad de tsunami, decidieron valientemente quedarse en el lugar y poner a salvo el barco, el cual estaba casi varado por la baja marea. Esperaron que ésta volviera a subir para retroceder muy lentamente hasta llegar al pontón. Gracias a esta compleja maniobra, que duró varias horas, el pesquero de alta mar Don Edmundo quedó seguro, amarrado al Don Alfonso.
Ramón Macías tiene 44 años; casado y padre de un adolescente de 16 años. A Pesquera Bío Bío ingresó en octubre de 1994 y desde marzo del año pasado es jefe de la Planta de Harina. Cerca de las seis de la mañana de aquel fatídico 27 de febrero, Ramón Macías Soto, jefe de la planta de Harina de pesquera Bío Bío, partió desde su casa en Concepción al sector de Isla Rocuant en Talcahuano, dispuesto a ver el estado de su planta y de su personal a cargo. En su afán, casi pierde la vida. La segunda ola del maremoto, la que atacó con más fuerza, lo arrastró varias cuadras por una de las principales calles del puerto. Si bien no logró llegar a la planta esa mañana, sólo tuvo tranquilidad cuando supo que su gente estaba toda a salvo.
Nacido en Puerto Montt, pocos días antes del terremoto Juan Alberto Garay Villarroel había cumplido 21 años. Juan Alberto está iniciando su vida de tripulante de cubierta en Pesquera Grimar y forma parte de la dotación de relevo de la nave Don Enrique. La noche del terremoto se encontraba a bordo y, pese a la violencia del sismo, permaneció en su lugar y decidió quedarse con su jefe, demostrando un profundo sentido del deber. Responsable, capaz y leal, su aporte fue muy valioso. Como lamentable consecuencia, se enfermó, pero nuevamente ha retomado sus obligaciones y se siente muy orgulloso de, esa noche, haber contribuido a ayudar a los demás.
Richard Garrido García, nació el primero de marzo del 65 en San Antonio. Casado tiene un hijo. Forma parte del personal nuevo de Pesquera Grimar y su cargo es el de motorista segundo.
La noche del terremoto estaba de guardia en el Don Enrique. Estaba en la máquina, cuando sintió los ruidos y salió a cubierta. Regreso a la sala de máquina para hacer funcionar el motor principal mientras esperaban órdenes del capitán. Subió la marea, y colocaron el barco en posición para tratar de hacerlo navegar. Lograron salir. La maquina soportó la presión de la naturaleza, y este grupo humano también. Responsablemente permaneció en su puesto por varios días, esperando los relevos que no podían llegar desde Talcahuano. Responsabilidad, lealtad, y compromiso por su empresa son valores que en él se encarnan.
Miguel Alfonso Delgado Delgado nació en Talcahuano el 2 de febrero de 1961. Vive con su madre y tiene una hija y una nieta. En Inacap obtuvo el título de Patrón de Pesca Costero Segunda Clase. 25 años de su vida ha dedicado al mar. Los últimos ocho años ha sido patrón de Pesca Costero de la nave Don Enrique, de Pesquera Grimar.
Esa madrugada estaba redactando sus informes cuando sintió fuertes movimientos "algo así como un caballo chúcaro", según recuerda. La marea subió y bajo varias veces y por la radio escucharon que venía una ola gigante. "Se nos echó a perder el motor e hicimos maniobras para soltarlo. Navegamos y no avanzamos, no se veía nada. Yo mantuve la calma siempre y, gracias a Dios, todo salió bien. Después de poner el Don Enrique a salvo, con mis compañeros fuimos a Lirquén, a salvar otras naves". "Mi mensaje es que a la mar hay que respetarla. Fue muy fuerte lo que vimos y vivimos".
Estas son las historias de cinco personas leales y valientes, que, en el momento de la catástrofe, optaron por cuidar a sus compañeros y a sus naves, conscientes que "la mar avisa", pero que, justamente por eso, hay que quererla y respetarla.